Un viejo amor.
Aún cuelga del umbral,
como un farol que olvida su destino.
Los besos crujen al paso del olvido.
Las manos, sin calor, duermen calladas;
palabras con su brillo ya marchitas,
aún guardan en el fondo lo no dicho.
Las risas se han marchado en retirada,
las penas se disuelven en la nada
y el piano -desafinado- ya no canta.
Mas algo queda: un eco, una presencia,
el alma de un amor que se ha marchado.
L.G.