Salutaciones de las más gratas doy,
las más profundas, solemnes, debidas,
las más frágiles, fuertes, vigorosas,
a la par inseguras y vehementes,
con amor, recelo y veneno;
unas tan desnudas de toda lógica
que si el gran cielo cae me lo comprende.
A vos enfilada está esta epístola,
¿quién es que osa mandar al ido seso
a los brotes del alma entender,
a la pluma derramar sus entrañas
y al tácito corazón exprimir?
Vos, sois vos, la amada mía en cuestión,
la chica no diosa que me es bendición.
Grado a vuestro padre, a vuestra madre,
que a ausentes las verdades y razones
pudieron engendrar tal ninfa musa,
de rezos en capilla vuestros genes;
rezos, al cabello crinado terso
que hubo sido tallado del ébano,
rezos, a los rayos de luz que carpen
al mal motín que anda en mías lumbreras,
rezos, a los sonrosados, ardientes,
tiernos, dulces, serenos labios vuestros.
Cuánto entendimiento tenia Platón
sobre las badomías del amor,
el amor más allá de lo carnal
vadeando lo que puedo palpar,
¿sois conocedora de Platón, dama?
Dudo siquiera que hayades a los clásicos
haber abierto o cuando menos visto,
Ya sé que sois un poco cendolilla,
pero no me hace guarnecer espirtu
una semejante banalidad,
a mal o buen grado me atraéis así,
y es que hay en vos algo tanto poderoso
que al amaros asaz me olvido desto,
y no está en vuestro gesto ni en el cuello
albugíneo enhiesto ni en parte otra,
es pasión que en el ánima se entronca
arraigado a lo puramente bello,
vuestra virtud amo y nadie me expolia.
Me dicen mis sospiros que he de huir,
escapar, distar de vos y dejar
mi contentible contumacia tosca,
pero hay cadenas en mí incorpóreas
que habéis bruñido sin viva consciencia,
y agora, desdeñables ligamentos
muerto me tendrán bajo tus pies fríos,
rendido, con crüeza hasta que falte.
Lo he intentado una, dos, vez y vez otra,
he avistado más mujeres hermosas
de las que el recuerdo es existente,
y taciturno y álgida tibieza
son los adjetivos que se me acuerdan
al mirarlas pasar con su elegancia,
porque sois vos la que da turbación
a mis emociones con sinestesia,
más nadie deja al corazón corito.
Habrán mujeres con busto mayor,
quizás del cuerpo más idealizado,
más altas, bajas, con oropeles,
relumbrones y algunas baratijas,
de una posición alta o mejor,
con divinos cánones de belleza,
más sagaz o culta, ¿qué importa?
Como vos el pulso nadie me refrena.
Váyase todo eso terrenal fútil
que quien conquista el sentido quimérico
conquista cerebro, vida, alma, todo.
Os confieso que me dilaceráis
y preciso es que no es por ser baja,
bajo yo si eso, soy yo enemicísimo
de mí mismo, algo sin efugïo.
No, lo que se está en mi verso expresando
caso diferente, es desasosiego;
desasosiego mío desidioso,
¿ado voy si no me amades en vida?
Todo el son de las sendas tan confusas
y no poder aberruntar ninguna,
insólitas, inhóspitas, oscuras,
¿y cómo elegir aquesta, aquella,
por la yerta, la estüosa, aquí, allí?
Son todos emboriados los caminos
si es que ando sin vos, ¿sin mí partiríades?
Marchaos entonces y con vos el estro,
ya suficiente crúor perdí en esto,
no puedo ayudar en cómo he seído
soy y seré, estando en término opuesto.
Si partís, no me amáis ni me amaréis,
mejor dejar molesto manifiesto.
Ay, este escrito epistolar, honesto,
no llegará sino
a cajón funesto,
perdida otra obra en vasto mar undívago
se va, no os llegará, se perderá.