A veces, el día se rompe sin aviso. Nos quedamos mirando el vacío como si debiera llenarse de respuestas, pero no siempre llegan. Ni falta que hace.
Porque aunque el pecho pese y el mundo parezca en pausa, todo ocurre como debía.
No hay error en el guion. Cada despedida, cada pérdida, cada silencio, tenía su lugar antes de que nosotros lo supiéramos.
Y seguir no es traición. Es simplemente aceptar que hay que seguir, aunque se lleve lo que más queríamos retener.
Uno cree que algo salió mal. Que no era el momento, que no era justo. Pero las cosas solo pasan.
Alguien se va y el silencio ocupa el lugar de esa voz. Y uno llora, claro. Porque hay un amor incalculable que no sabe en qué rincón quedarse.
Pero con el tiempo se empieza a entender, sin necesidad de entenderlo todo.
Fue simplemente eso: lo que tenía que suceder. La vida sigue su curso, con o sin nuestro permiso.