El artista del hambre comenzó un ayuno.
Nunca le puso fin. Nunca.
Nunca llegó su fin. Nunca agota el cuerpo.
Ayuna no por negación, no por resistencia.
El ayuno es una decisión de cerrar la boca,
de obstruir el acceso, de negar la intromisión.
De no hospedar un estafador. Un usurero.
Ayuna porque los huesos soportan un sí mismo,
la propia delgadez.
Tiene derecho al ayuno. ¿Por qué la insistencia?
La dieta no es una vacuna... o es una vacuna que no desea.
Lo extraño es la insistencia para que deje de hacerlo.
El motor constrictor del mundo ametralla
con cucharas que azotan su rostro.
El agotamiento, el tiempo limado de las órdenes, amura.
¿Por qué la insistencia?
Ayuna porque no ha comido aún nada que le plazca.
Ayuna porque busca.
Ayuna porque la búsqueda le crece en el ayuno.
Ayuna porque sabe que nutrirse es otra cosa.
Ayuna porque la búsqueda crece de costillas suyas y
sirve el ayuno en el plato vacío de la sangre.