ME PERDÍ EN SU MANERA DE MIRARME...
Me perdí en su manera de mirarme,
no por sus ojos,
sino por lo que hacían con los míos.
No era culta,
ni tierna,
ni fácil... pero sí una Afrodita caída del Olimpo.
Era puro filo.
Puro instinto.
Y yo era un tonto con alma de poeta
que se creía especial por escribir metáforas.
Ella no leía.
Decía que los libros eran para los que no vivían.
—Yo no leo poesía —me soltó una vez—
pero si quieres, te la hago en la cama.
Y vaya que la hacía.
No hablaba bonito,
no prometía nada,
ni soñaba con finales felices.
Solo venía,
me arrancaba el alma a mordidas
y luego me escupía el corazón con un guiño.
Una vez le pregunté si alguna vez amó.
Me besó con rabia y contestó:
—Amar es para los que no saben follar.
Y ahí me quedé,
idiota,
escribiendo sonetos en servilletas
mientras ella se ponía los jeans sin ropa interior
y salía como si yo no fuera más que un respiro
entre cigarro y cigarro.
No la entendí,
no la entendía.
Pero cada vez que cerraba los ojos,
veía su forma de desnudarme sin tocarme,
de joderme la mente sin decir una palabra,
de convertirme en su víctima
solo por alzar una ceja.
Y así fue:
me enamoré,
no de ella,
sino del abismo que dejaba cuando se iba.