Nuestro amor no ha nacido en un lecho de rosas,
no ha florecido exento de espinas y zarzas.
Ha enfrentado tormentas, miradas celosas,
y voces que intentan sembrar falsas trazas.
Hemos navegado contra vientos contrarios,
remando con fuerza en la noche oscura.
Superando abismos, temores varios,
manteniendo encendida la llama segura.
Cada obstáculo, lejos de ser un final,
se ha convertido en un nudo más fuerte,
en un testimonio de nuestro ideal,
en la prueba palpable de nuestra suerte.
Las dudas ajenas, los juicios severos,
solo han fortalecido nuestro querer.
Como árboles firmes ante aguaceros,
nuestras raíces profundas no pueden ceder.
Hemos construido un refugio seguro,
con paciencia, con lágrimas y con tesón.
Un espacio sagrado, un vínculo puro,
donde late con fuerza nuestra unión.
Esta lucha constante no ha sido en vano,
ha forjado un amor de temple y valor.
Cada cicatriz es un recuerdo cercano
de cuánto hemos luchado por este fulgor.
Porque amar con entrega, sin miedo a caer,
a veces exige batallas arduas y tenaces.
Pero la recompensa de poderte querer,
supera con creces las sombras y las faces.
Así, nuestro amor sigue firme y valiente,
un faro que brilla en la adversidad.
La lucha constante lo ha vuelto potente,
una historia de dos, con profunda verdad.