Mi ojo calla, pero grita,
una pena que no se ve.
La luz lo toca, lo invita,
pero en su fondo no hay fe.
Brilla, sí, por fuera arde,
como si el sol lo habitara,
pero en su centro hay un aire
que la esperanza separa.
No es enojo ni es herida,
es un suspiro sin aliento,
una sombra adormecida
que se arrastra con el viento.
He mirado tanto al mundo,
ya no sé si me ve a mí;
mi pupila es un segundo
donde duerme lo que fui.
Hay reflejos, hay memorias
que no logran descansar,
cicatrices, viejas glorias
que prefieren no hablar.
Y aunque la luz me atraviese
y parezca que sonrío,
hay un frío que aparece
si te asomas a este río.