He bajado despacio,
sin linterna,
al fondo de mí mismo,
donde no llega el ruido
ni la mirada ajena.
Allí donde no soy nombre
ni historia,
solo esencia pura,
un suspiro eterno
que busca su eco en el infinito.
No hay caminos marcados en mi alma,
hay cicatrices que sirven de brújula,
hay luciérnagas de recuerdos
que me enseñan a no temerle a la oscuridad.
Soy la suma de mis silencios,
de todo lo que no dije
pero viví con el alma desnuda.
Soy lo que aprendí llorando,
lo que perdoné sin que me lo pidieran,
lo que amé sin ser visto.
Y aunque a veces me pierda,
sé que cada paso hacia adentro
es un paso hacia la verdad,
porque quien se encuentra en sí mismo,
ya no está solo,
ni está perdido.