Hay sonrisas buenas,
hay sonrisas malas.
Hay sonrisas que cortan el alma,
y hay sonrisas que la levantan.
Hay sonrisas cálidas,
como los rayos del sol,
que enmudecen
las frías mañanas.
Que abrigan el cuerpo,
que abrigan el alma.
Con su sola sonrisa
iluminan hasta
el más oscuro corazón.
Pero hay otras que cortan el aire,
que calan el cuerpo
y se clavan
como un puñal
en el alma.
Y por la piel recorre
un escalofrío,
señal de alerta,
de que hay que apartarse
de quien lleva
tan fría y cruel sonrisa.
Hay muchos tipos
de sonrisas.
Las hay para el amor,
las hay para la amistad,
pero también
para el ámbito social.
Cada una
con su propia
gracia.
Las hay cálidas,
las hay empáticas,
y las hay crueles.
¿Cuál prefiero yo?
Las que abrazan el alma,
las que iluminan el rostro,
las que cobijan,
las que empatizan.
Esa es,
sin duda,
la mejor
de las sonrisas.