En los confines del pensar profundo,
donde el néctar del logos se destila,
y el ánima, cual llama que rutila,
trasciende los arcanos de este mundo;
cual Prometeo, en gesto sin segundo,
que el fuego sacro al hombre ya ventila,
mientras la mente etérea se perfila
contra el enigma del saber rotundo.
¡Oh, dialéctica excelsa del deseo!
que en su afán de alcanzar lo cristalino,
halla en su propia esencia limitada
la luz que, cual fulgente camafeo,
desvela en los enigmas del destino
la humildad de la mente consagrada.