Desde el silencio profundo de mi alma,
te aguardaba, amor, sin saber tu nombre,
en la brisa suave sentía tu calma,
y un fuego en mi pecho latía sin asombre.
Buscaba en la vida un afecto sincero,
y llegaste tú, con tu risa y tu ser,
más allá del sueño, del anhelo ligero,
mi alma te entrego, sin nada que esconder.
Tú eres la ternura que habita mis días,
el dulce refugio donde encuentro paz,
tu voz es la música que guía mis días,
tus ojos, la luz que mi sombra deshace.
No hay promesas falsas ni palabras vacías,
solo este latir que se ofrece sin velo,
por ti soy quien aprende, quien sueña y quien ama,
y en cada abrazo me vuelvo más cielo.
Por siempre serás mía y yo siempre tuyo,
sin máscaras, sin prisas, sin tiempo ni temor,
mi alma se rinde a tu amor tan tuyo,
mi vida se abre a tu dulce fulgor.
Amada mía, en ti encuentro la esencia
de un amor que no exige perfección vana,
sino el calor de la presencia humana,
la verdad sencilla de la emoción sana.
Agradezco al cielo cruzar los caminos,
cada instante puro que me das sin medida,
tus ojos son faros, tus manos y destinos,
eres el amor que da luz a mi vida.
Dunia, mi ángel, mi calma, mi historia,
hoy te entrego mi corazón leal,
en ti he hallado la más serena gloria,
el amor humano, tierno y pasional.