En la noche callada te busco y no estás,
suspiro tu nombre, desvelo la luna.
El viento murmura recuerdos detrás,
y en mi pecho late tu ausencia oportuna.
Tus ojos brillaban con luz celestial,
susurros dorados de amor infinito.
Mas solo quedaron cenizas y sal,
fragancia marchita de un sueño maldito.
Una sombra errante se posa en mi piel, su tacto es helado, su beso me hiere.
Te amé con el fuego de un dulce laurel, pero en mi alma solo tu ausencia muere.