Nalia

Espejito, Espejito

Espejito, espejito

 

Espejito, espejito,

¿por qué me hablas sin voz,

con reflejos tan retorcidos

que me arrancan el pudor?

 

Muestras lo que no confieso,

deseos que yacen dormidos,

bajo capas de silencios

y de rezos mal vestidos.

 

Tus ojos de plata hiriente

no perdonan ni el temblor,

desnudan cada latido,

cada sombra, cada error.

 

¿Por qué no callas, demonio?

¿Por qué escarbas mi interior?

¿Acaso gozas al verme

bailar con mi tentación?

 

Espejito, espejito,

tan sincero, tan cruel,

¿será que en tu fondo sucio

me parezco a Lucifer?

 

O tal vez solo me muestres

lo que siempre fue verdad:

que hasta el alma más pura

tiene hambre de oscuridad.