Espejito, espejito
Espejito, espejito,
¿por qué me hablas sin voz,
con reflejos tan retorcidos
que me arrancan el pudor?
Muestras lo que no confieso,
deseos que yacen dormidos,
bajo capas de silencios
y de rezos mal vestidos.
Tus ojos de plata hiriente
no perdonan ni el temblor,
desnudan cada latido,
cada sombra, cada error.
¿Por qué no callas, demonio?
¿Por qué escarbas mi interior?
¿Acaso gozas al verme
bailar con mi tentación?
Espejito, espejito,
tan sincero, tan cruel,
¿será que en tu fondo sucio
me parezco a Lucifer?
O tal vez solo me muestres
lo que siempre fue verdad:
que hasta el alma más pura
tiene hambre de oscuridad.