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Sabines, el que amó sin rodeos

In memoriam Jaime Sabines

 

Sabines, el que amó sin rodeos

 

Escribías no para adornar el alma,

sino para abrirla en canal,

como quien se arranca el corazón

y lo deja sangrando sobre la mesa.

 

No le temías al amor,

pero tampoco lo fingías.

Sabías que dolía,

que era una fiebre de cuerpo entero,

una pregunta sin respuesta

que se hace con los dientes apretados.

 

Tus versos hablaban

como habla uno en la madrugada,

con el miedo a que todo se rompa,

pero el apremio de decirlo todo.

 

“Te quiero a las diez de la mañana

y a las once, y a las doce del día…”

y a todas horas,

aunque ella no estuviera.

Aunque no volviera.

Aunque el amor fuera

un pájaro que sólo canta

en la jaula del pecho.

Tú no escribías para el aplauso,

escribías porque amabas,

porque perdías,

porque a veces el deseo

era lo único cierto en medio del ruido.

 

¡Y amaste tanto!

que aún nos duele esa mujer sin nombre

que tanto nombraste.

Aún sentimos que tu voz

nos arde en la garganta.

 

Poeta del amor sin excusas,

del cuerpo que se entrega

sin poesía artificial,

nos enseñaste que un verso puede ser

una carta suicida,

una flor salvaje,

una herida abierta

que se transforma en salvación.

 

Hoy te leemos

como quien vuelve

al rincón más íntimo de su casa,

y allí estás,

desnudo,

desesperado,

amando.