Irmaelvira Tamez

LA DOTE

Dicen que mis cenizas

fueron esparcidas en tierra de cultivo...

Ese polvo que llenó mis ojos por años,

soplaba el viento igual invierno que primavera,

fuese día o de noche.

Guardé mi risa quebrantada por largo rato,

los recuerdos se fueron borrando de a poco,

todos los días ansiaba que pasara algo,

lo que fuera, cualquier rayo de sol disipaba la penumbra.

Cuando me casé, yo fui la dote,

en ese tiempo la aceptó gustoso

y luego le pareció tan pobre.

Por dentro empecé a echar brotes y retoños,

crucé una senda de ideas crecientes que me daban miedo.

La tierra de cultivo se hacía más fertil con cada llanto,

pero yo por fuera, permanecía inefable,

sonriente y con la mirada cubierta

aún por las cenizas. Dentro, otro mundo a punto de nacer,

libre del origen las huellas se volvían libertad.

Un día me sacó del ataúd

y eso cambió mi historia.

Se disiparon moscas y zopilotes,

llegaron unos nuevos que esperan todavía,

pero el pasto es verde y fresco, no tengo intenciones

de volver a morir frente a nadie, todo será en secreto y,

la ceniza de mis ojos será la herencia, no la dote.