Regresaba al mismo punto,
un minuto tarde,
de un tiempo viejo,
el camino y en sus ecos el lamento.
La quimera era el asunto,
demasiada belleza en su dejo,
el reloj sin entender el descuento,
y un atardecer que pletórico arde.
Aun hoy siguen en mi,
la llamada imaginaria,
y la luna austera de mirada planetaria,
que jamás vi.