LA JORNADA DEL MAESTRO
Con paso sereno, o cansado quizá,
el maestro llega… la escuela está allá.
A veces en coche, otras caminando,
y hay quien en burrito va saludando.
Los niños lo miran desde el portón,
con ojos despiertos, alma y corazón.
Cuchichean cosas, traen sol en la frente,
y en su algarabía palpita el presente.
El aula lo espera, aún huele a tiza,
la mente se alista, el alma se alisa.
Ideas que vuelan, deberes urgentes,
sueños dispersos, cien mundos pendientes.
Y algo sucede —como luz secreta—
cuando el aula vibra, cuando el alma aprieta.
Una voz que duda, otra que imagina,
y el maestro siente que el mundo camina.
La jornada avanza, sin pausa ni prisa,
el corazón late, la vocación aterriza.
Se cruzan tristezas, también alegrías,
lecciones del alma, pequeñas poesías.
Y al cerrar cuadernos, al caer el día,
queda en el silencio su filosofía:
enseñar no es solo sembrar el saber,
es tocar el alma… y verla crecer.
Autor Prof. Abel Onofre Solano