Casi como una costumbre,
casi como un ritual,
es bueno estar en silencio.
Escuchar la nota tenue,
el latido de tu corazón,
el parpadeo de tus ojos
y el sonido de lo callado.
En un mundo tan vasto y ruidoso,
es bueno tomarse un tiempo
para estar en la dimensión muda
y sentarse sin apuro ni distracciones.
Escuchar los sorbos del mate,
los ruidos de la naturaleza
y los pedidos taciturnos de tu alma.
Solo para regresar de nuevo
y saber perfectamente
qué melodía hay que tocar.