En el silencio de un suspiro,
dos luceros brillan sin par,
sus ojos, espejos del alma,
profundidades del mar.
Son faros en la noche oscura,
destellos de luz en la tempestad,
reflejos de sueños callados,
melodía de la eternidad.
Cual estrellas que danzan en cielo,
dibujan historias sin final,
un universo en cada parpadeo,
un canto suave, un dulce umbral.
Cuando se posan en mi rostro,
el mundo se detiene, se apaga el ruido,
y en el abrazo de su mirada,
encuentro el hogar perdido.
Son ventanas al misterio vivo,
donde el tiempo se vuelve a empezar,
sus ojos, un poema en el aire,
que susurra promesas de amar.
Así, en sus ojos me pierdo,
un laberinto de paz y pasión,
y en ellos, el eco de mi ser,
susurra al mundo, la eterna canción.