Encuentro
Hoy observé la belleza,
la vastedad de un cielo abierto,
un mar sin orillas, inmenso en su grandeza.
Descubrí un fulgor antiguo,
una joya enterrada en la arena del tiempo,
un eco que nadie antes había escuchado.
Es solo mío este hallazgo,
un tesoro dormido en mis manos,
y temo a Dios
por abrazarlo con un pecho ávaro.
Pero mi espíritu resplandece,
como un astro al alba,
como un río que al fin encuentra su cauce.
Mi corazón es ahora un altar,
una catedral de latidos y luz,
un santuario donde reza el silencio
por este encuentro divino,
que es el milagro de vivir.
Fin