Confío en la fuerza que en mí habita, como llama que nunca se extingue,
aunque el viento sople y la noche grite, mi espíritu firme no se rinde.
Cada paso que doy, aunque incierto, me acerca al valle del sosiego, donde la esperanza canta en silencio y calma florece sin apego.
No estoy solo en esta travesía, la luz me guía sin condición, y aunque la carga pese algún día, el alma se alza en redención.
Soy raíz, viento y cielo abierto, soy verdad que brota del dolor.
La vida me forma y no hay desierto que apague en mí su eterno ardor.
Confío, avanzo, y cada mañana, mi corazón recuerda su misión: vivir con fe, abrir la ventana y abrazar la vida con decisión.