Suelta tu cuerpo,
como si el agua te llamara con voz de brisa,
como si el río supiera el destino
que tú aún no puedes ver.
Deja que la corriente te tome,
que tu alma se extienda como niebla sobre el alba,
que tu mente no tema el abismo,
porque incluso el abismo puede ser cuna.
No se trata de saber a dónde vas,
sino de confiar en que hay un lugar
donde tus pasos, aunque inciertos,
construyen un sendero hecho de fe.
La vida no pide control,
pide entrega.
Y a veces, cuando más te pierdes,
más cerca estás de encontrarte.
Deja que el viento te lleve,
que la lluvia te bendiga,
que el amor –ese que no se busca–
te encuentre descalzo, libre, y despierto.
Un día, sin darte cuenta,
llegarás.
Y sabrás que el viaje era el lugar.
Y que soltar…
era volar.
-- Théon Leviadis