Con todos mis defectos… aquí estoy.
No llego con medallas, ni con trajes sin arrugas,
llego con cicatrices que ya no me avergüenzan,
con preguntas que aprendí a no callar,
y con la fe, aunque a veces temblorosa, aún viva.
He caído, sí.
He dudado, he herido, me he callado cuando debía hablar.
Pero también he amado,
he creído,
y he vuelto a comenzar.
A los 50 no soy un héroe,
soy un hombre en camino,
con barro en los pies y cielo en los ojos,
con errores que me enseñaron más que muchos aciertos,
y con el corazón aún dispuesto a servir.
No quiero aparentar perfección:
prefiero ser verdadero.
Porque Dios nunca buscó vitrinas,
sino vasijas que se dejen llenar.
Y en medio de mis quiebres,
me ha dado propósito,
me ha mostrado que lo esencial
no se logra con fuerza,
sino con gracia.
Lo que viene no es fama ni aplauso,
es siembra profunda.
Es amar sin prisa,
escuchar más que hablar,
dejar un legado que no se borre con el tiempo.
Con todos mis defectos…
y con toda mi esperanza,
le digo a la vida:
gracias.
Y a Dios:
Aquí estoy. Envíame otra vez.