En tierra de árabes, el Sol se alza solemne,
las palmeras se doblan al viento perenne.
Bajo un cielo de perlas, el callado manto
de la noche despliega su erótico encanto.
Las aguas de las fuentes, de hilos plateados,
reflejan luces suaves de amores soñados.
Las arenas traen leyendas del ayer,
de nobles valientes y damas del querer.
En el palacio de níveo mármol y oro,
una princesa guarda en sedas su decoro.
Sus ojos son luceros, su risa un cantar
de íntimos suspiros y verbos del amar.
Un paje de blasones, en sombras se mueve,
con sigilo ardiente, por su dama se atreve.
Se cruzan sus almas en un baile callado,
el amor florece con un beso robado.
Allá en los jardines, los aromas se fungen
de risas, de besos, y de azares que emergen.
Las pasiones núbiles se embriagan sin prisa
del lujo oriental, donde el placer se eterniza.
Las estrellas danzan en esta noche clara,
de brisas cálidas y sones de algazara.
El alba nueva asoma con su luz radiante,
los corazones laten con ansia vibrante.
Las mil y una noches, un legado inmortal,
donde cada historia es un poema sensual
que nace en el misterio del hondo universo
y resurge en el mágico fuego de un verso.