ninfadora

DINERO

¡Ah de los simples humanos!

Que jugamos a ser dioses,

Y no somos más  que tristes marionetas,

De nuestra propia ambición.

 

Vivimos comprando y vendiendo a Cristo,

Porque somos tan cobardes,

Al remordimiento a la conciencia,

Que necesitamos un perdón,

Aunque sea comprado.

 

La raza humana se pudre en la inmundicia,

De dañar todo lo que tiene a su pazo,

Devastar a seres inocentes,

Para tener un pedazo del billete.

 

Amasamos fortunas para dominar a todos,

Arrebatamos paz para sentir falsamente la nuestra,

Despojamos de sonrisas para mostrar una falsa,

Para fingir una felicidad pagada.

 

Los humanos somos nada,

Tenemos cosas vanas por que las robamos,

Nos creemos inmunes a nuestro propio castigo,

Por que intentamos sobornar a Dios.

 

¡si! Para eso tenemos una mediocre fe,

Para protegernos de nuestra desgracia,

En el juego de poder y blasfemia,

En el que todos estamos inmersos,

De un modo u otro.

 

Por eso tomamos un arma y gritamos,

Por la fuerza de tenerlo todo,

A cambio de nada pues la nada,

Nos circunda y nos envuelve.

 

Matamos a quien sea porque si,

Secuestramos la inocencia por una buena propina,

Creamos monstruos salvajes en cada niño,

Enseñamos a otros a creerse inmortales.

 

Construimos iglesias para esconder el miedo,

Nos golpeamos el pecho para fingir arrepentimiento,

Hacemos plegarias para ganar un favor divino,

Que nadie tiene ni goza,

Por nadie está en verdadera paz.

 

Eso es lo que Dios ve desde el universo,

Como nos destruimos con armas y fuego,

Y compramos un mundo de ciegos,

Con lo inventado para poseer,

Y  tener a cambio de monedas hipócritas favores.

 

Nadie está libre de un precio,

Todos costamos lo que fuese,

Y todos compramos lo que sea,

Todos tenemos tarifa,

El engaño con nosotros mismos,

La libertad de albedrio ó

La ley de herodes.

 

Somos demasiado cobardes,

Para enfrentarnos a nuestro mundo,

Buscamos longevidad en contra de la naturaleza,

Deseamos como sea la alegría de otros,

La mujer de otros, la fortuna de otros,

 

Porque hemos alzado una urbe de favores,

Sobornos y subastas,

Para vendernos al mejor postor,

Porque somos tan débiles,

Que lo creamos por el afán de posesión,

Y ahora somos estúpidamente posesos,

De su poder y su escalofriante dominio,

Que sin el somos tan solo títeres,

De la mierda y la basura humana,

En que nos hemos convertido,

Por que deseamos tanto tenerlo en las manos,

Que vendemos el alma al Diablo,

Por poseer aunque sea un poco,

DEL MALDITO DINERO.