Tú que fuiste mi dios y mi agonía
te alejaste de mí sin avisar
desvanece tu voz la lejanía
y tu imagen se pierde a mi pesar.
Porque la vida supo golpear
en los puntos que más nos dolería,
moriré arrodillada en el altar
de mi fe, por tu risa, y tu alegría.
Y me duele el silencio de tu olvido
que enmudece mi sangre y mi garganta
y trepa por mis venas como yedras.
Te perdoné tu adiós con un gemido
y con una frialdad que me atraganta
mi perdón enterraste entre las piedras.
31 de marzo de 2018