Amor acerbo, mujer rigurosa,
acérrimo duque, feble su amor,
sin Constanza mía, todo el dolor
despiértase, furiente e impiadosa,
¡e inventando galfarro cada cosa!
El recelo fúndese en mi interior
por las lenguas de gofos y pavor,
ahora padece en mi alma celosa.
Ay, amor mío, yo ahora hesito
por cada paso dado y lengua dicha,
porque el cariño se muda en desdicha.
Dime Señor, que el hado no está escrito,
en tinta roja que desacredito,
por la quizás pícara susodicha.