La serendipia de dos miradas que se confunden entre la multitud, parece que la historia se repitiera en ciclos inexplicables, una sonrisa cautiva se arroja ante mi en instantes efímeros pero deslumbrantes, quizá los instantes se vuelven momentos que no quisiéramos que terminaran, y los lentos pasos que crean historias se vuelven más importantes cuando tienes a alguien con quien vale la pena crearlos.
El tiempo corre hacia abajo como un reloj de arena, ni nos damos cuenta cuando llega el amanecer en las manos propicias y las voces susurrantes que embriagan cada respirar, cada latir y cada sentir, no podemos encontrar nuestra esencia sin primero descubrir el paraíso de unos parpados que alojan mares inexplorados y sueños desarrollados a medias, quizá mirar hacia afuera es la mejor oportunidad para encontrar horizontes que complementen nuestra forma de mirar la vida, mientras tus palabras se vuelven viento que me invitan a viajar con ellas al pasado, le dan sentido al presente y me invitan a conjugar en futuro.
Te conjugo en tres tiempos, cuatro estaciones y segundos que a veces parecen interminables, los tiempos no se cuentan cuando respiramos el mismo aliento y nos adueñamos del mismo espacio, estamos a la medida del otro y quizá hacemos de la distancia aquel hilo que separa dos miradas de contemplar un mismo atardecer, al final es como si la calle soledad me consumiera y no me dejara dar un paso más allá de mi propia sombra, la luz a veces se desvanece entre el humo que carga historias cortas y sin interesantes desenlaces, labios encadenados al destino se vuelven la esperanza de unos tiempos mejores y constantes, el secreto es aferrarnos a la idea de poder crear historia más allá de nosotros y nuestros propios temores, el hilo que separa dos miradas desaparece cuando hacemos que nuestras casualidades se vuelvan perfectas causalidades.