Hoy es uno de esos tantos días
En los que llevo una sonrisa de yeso,
Una máscara que sangra bajo el sol de los aplausos.
Y en mi pecho, un elefante talla su trono de plomo,
sus patas son raíces de acero
que perforan el mapa de mis venas.
Hay una tormenta en mis costillas
truenos sin nombre, lágrimas que no nacen.
El reloj de mi garganta se detiene
en la hora exacta del naufragio.
Nadie ve al animal que devora mi oxígeno,
solo la cicatriz perfecta
de un hombre que aprendió a morder la luz.
Mis venas son de mármol,
mi voz, ceniza compacta en el sótano del alma.
Mis ojos guardan salitre de un mar prohibido,
y en las noches, cuando el mundo duerme,
el elefante cose mi boca con hilos de alambre
y en mi mente, sólo una letanía que dictan las sombras
\"Los hombres no lloran, solo se oxidan\".
Soy un laberinto de acero
donde los espejos se rompen antes de reflejar,
donde el llanto se disfraza de tos seca
y el grito es un pájaro sin alas
atrapado en el pozo de mi diafragma.
Dicen que hasta los titanes tienen fisuras
Y en algún lugar, bajo la piel de mi estoicismo,
un niño dibuja barcos en un cuaderno mojado,
mientras el elefante bebe de su río clandestino
y la noche acumula escombros de estrellas.
Si algún día el animal cae,
no será con un gemido, sino con el estruendo
de mil pianos rotos.
Hasta entonces, sigo tallando sonrisas en la roca,
mientras el elefante y yo
negociamos nuestra guerra
al ritmo de mis dedos que cabalgan la madera
redactando el documento en código braille.
@Marcos .Reyes Fuentes