Carolina Ugas Pazos

El pórtico de los hombres libres

Dedicado a César Rengifo y a Armando Reverón,

el día que ingresaron al Panteón Nacional

 

Son dos cajas pequeñas

sus huesos y sus cenizas

son dos cajas pequeñas.

 

A Armando y a César

les esperan los héroes

de galones brillantes

y espadas pálidas,

sus botas gruesas

de militares serios

y caudillos acomplejados,

porque nacer en estas tierras,

nacer siendo americanos

acompleja a quienes quisieron

nacer en Europa

hablar cierto francés,

bailar la música

de algunos italianos

y cantar arias de alemanes,

austríacos y moravos.

 

Los rusos no cuentan,

no son considerados muy europeos,

no mucho que se diga.

 

Pero, ¿Cómo eran ambos pintores?

Armando pintaba luces

pintaba Macutos emplayados,

minuciosos castilletes

cuevas luminiscentes

y mujeres-muñecas

con atavíos principescos.

 

No lo dejaron vivir

loco de toda locura

y santidad,

sucede que tanta luz ilumina

por dentro más que por fuera

y de ser preciso,

creativo como todo loco

creó sus propias obsolescencias:

Un dominó de cartón,

un teléfono chatarra,

una modelo de trapo,

una jaula y pájaros de papel,

una paleta y colores propios

hechos con sus manos

y su genio,

colores propios nunca ajenos

nunca siniestros,

siempre luces y soles

y singularidades.

 

César, por su parte,

pintaba, escribía,

soñaba y enseñaba a soñar

que no es cosa fácil

para un poeta y ensayista

para un pintor y dramaturgo,

con el pincel lienzos

con el cincel mosaicos

con el lápiz sainetes y poemas

con el dolor vacilaciones

con el amor valoraciones

con el saber pigmentaciones

con el hervor maquinaciones.

 

No puedo decir

que no lo entiendo

porque mentiría

de forma manifiesta,

impúdica

y deficitaria

o tetralógica

o mundana.

 

Hablaría con ambos

del manejo de la luz

de esa luz siempre inconexa.

 

Hablaría del destino

de la manifestación infinita

de las formas del zodíaco

de los chakras ambivalentes,

del aura mortecina

que una voz grande

y otra voz chiquita

nunca pueden tapar lo suficiente.

 

Es necesario volverme hacia ellos,

pedir su bendición

y tornarme en un ser planetario,

en un verdadero ser planetario,

único

infinito

metafórico

yo, la eterna portadora de los signos.        

 

OLLIN

10/05/2016