Ocho de octubre nublado,
horas de miedo y angustia,
la noticia más injusta
de un hospital ha llegado.
Ocho de octubre de viuda
huérfanas y desventura,
una enfermedad oscura
vino a cobrarse su deuda.
Ocho de octubre taimado,
verdugo en muerte nefanda
a José Mari has matado
en una tarde sin calma.
Ocho de octubre proscrito
en mi hoja de calendario,
yo te maldigo en mi escrito
gritado como obituario.
Ocho de octubre inclemente,
voraz otoño sin fama,
tu frialdad indecente
hiela el corazón y el alma.
Ocho de octubre de infierno,
rezo mi oración herido
por la muerte de un amigo
en recordar sempiterno.
JOSE ANTONIO GARCIA CALVO