Logró con sus encantos seducirme
Y ser de mi existencia su premisa;
nublando mi razón con su sonrisa
y en siervo de su hechizo convertirme.
Con gracia seductora supo abrirme
el alma; con sus dones de Artemisa;
y fue de la ilusión la suave brisa
que un día en la tristeza pudo hundirme.
Perdido en el telón de su mentira
mi pobre corazón cayó rendido;
cantándole a su amor con tierna lira
un canto que de fe nació prendido;
sin ver que la traición su ser transpira
tejiendo del dolor terrible nido.
Autor: Aníbal Rodríguez.