En la cumbre del dolor y la carencia, donde el silencio pesa más que el pan, se alza un hombre con alma inmensa, que no se rinde, que aún sabe amar.
Con pasos firmes sobre tierra mojada, con una caja al hombro y el corazón herido, camina erguido, sin promesa ni espada, pero con la esperanza como fiel abrigo.
No fue el hambre quien venció su espíritu, ni el olvido, ni el frío, ni la injusticia gris, porque hay luz en quien cae y se levanta, y ve un milagro donde otros ven fin.
Resiliencia es su nombre, su bandera, es poesía escrita con lágrimas y fe, es la voz que, aun rota, se hace entera y transforma el vacío en un renacer.
Hoy, con poco, ya es grande su victoria, pues supo vivir, crear y resistir.
Y en cada verso narra su historia:
un alma invencible que eligió persistir.