A la deriva
Hiciste lo que nunca pensé de tu persona,
me usaste, te burlaste, la vida no perdona
y sabes lo que siento, no existe pundonor.
Este amor benévolo sin arte y sin secretos,
se encuentra a la deriva con ojos obsoletos
y hoy triste, más que nunca, se rompe mi interior.
No obstante, mis penurias se fueron al vacío,
allí donde pusiste tu nombre con el mío,
trazando en una raya la impune cicatriz;
en esa forma cruenta me hiciste un canalla,
clavaste tus mentiras en donde la batalla
cediste a mi adversario, volviéndolo feliz.
En cambio, no protesto, mas sigo mar adentro,
a causa de la herida, te busco y no te encuentro
y solo me pregunto, ¿por qué lo hiciste así?
Con llantos en los ojos y sin decir tu nombre,
inclino la cabeza, sabiendo que a otro hombre
le entregas todo el tiempo que daba yo por ti.
Navego a la deriva después que has olvidado
aquel, cuyo mensaje, substancia de mi estado,
me ignoras, me rechazas, no hay nada entre los dos.
No puedo ni obligarte y aplaudo tu motivo,
te dejo en estas letras mi adiós definitivo
y vuelvo a repetirlo: ¡adiós, adiós, adiós!
Samuel Dixon