Con el alma enmudecida y el tiempo detenido, el eco de tu ausencia rompe el aire que respiro. María bonita, hermana, ¿por qué este adiós temprano? Si aún tu fuerza habitaba la palma de mi mano.
Tu risa cordial, tu bondad sin medida, esperanza en la mirada, en cada despedida. \"Dios te bendiga, hermano\", decías al marchar, y yo, con un \"Amén\", te veía en el andar.
Cuántas noches la faena me trajo en la penumbra, y hallarte en el portal, la espera que alumbra. Sentada, vigilante, con ese amor que cría, hermana y madre juntas, en tu cálida cercanía.
Hoy el portal está vacío, la noche más oscura, el \"Amén\" se ahoga en pena, en honda amargura. Te fuiste sin aviso, cual suspiro en la brisa, dejando un hueco inmenso, tristeza que no cesa.
Pero vive en mi memoria tu espíritu guerrero, tu abrazo fraternal, sincero y verdadero. Las huellas de tu paso, la luz de tu mirada, en cada amanecer, en cada madrugada.
Descansa ahora en paz, mi María querida, el amor que nos une no conoce partida. Vives en cada recuerdo, en cada flor del camino, mi hermana, mi guardiana, mi eterno cariño.
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