Salió así como así, diríamos. Salió veloz, brillante y opaca a la vez. Se sintió expulsada y al mismo tiempo reconocida como efectiva y eficiente. Recorrió en milésimas de segundos todo el camino que le habían ordenado porque era esclava de los mandatos, cumplidora de los deseos y no tenía conciencia de qué hace ni qué haría porque no le estaba permitido. No podía, de ninguna manera, cuestionar ni cuestionarse.
Salió raudamente pero sin sustos ante el grito que le daba el \"¡ahora, ya!\". De todas maneras estaba para eso: para hacer sin discutir, para ejecutar sin preguntar, para acatar y atacar. Y lo hizo a la perfección: la sangre brotó del pecho cuando ella lo impactó, cumpliendo su calibre de muerte, mientras el dedo índice que la arrojó a su destino dejaba de apretar el gatillo.
Muy cerca, pero muy cerca de allí brillaba un cartel, que si ella lo hubiera visto, si hubiera podido leer, si hubiera podido sentir, a lo mejor se detenía, o se desviaba, o rompía las leyes de la física y volvía hacia atrás, a su útero metálico. El dedo índice tampoco lo leyó.
El cartel, pintado asimétrico, todavía dice: \"no NOS mates, SOMOS VOS\".
Ricardo E.F. (e.p.) ©