EL VIVIR DÍA A DÍA
Te estás haciendo mayor, ya algo vieja.
Te lo dice uno que ya ha traspasado
ciertas puertas de la vida, que nunca,
ni en sueños, creía las iba a traspasar.
Es ley de vida amiga mía, si quieres
vivir, hay que pagar ciertos tributos,
que, en cierta manera, alguna vez
pensamos que eran cosas de otros.
Pero ya ves, la naturaleza nos vigila
constantemente, desde el mismo
momento en que nacemos… hasta
el fatídico instante en que morimos.
Y durante esta estricta vigilancia,
nos va transformando poco a poco…
en lo que hoy, hemos llegado a ser, y…
¡Demos gracias para que no pare la cosa!
Pero observo en ti, que estas cosas
parecen no afectarte en absoluto.
Te podría añadir que haces bien, no te
alarmes, lo que tenga que venir, vendrá.
Pero yo lo decía por otras cosas.
Yo, que sufro de este mismo mal,
me preocupo y observo a mi alrededor…
a las personas que aprecio y quiero.
Y no es que desprecie el cambio físico
que algunas sobrellevan, lo considero
altamente normal, sobre todo cuando
en ciertos momentos me miro al espejo.
Pero a ti, parece como si tuvieras el espejo
estropeado y no pudieras verte reflejada en él.
Y si te ves, si puedes observar tus cambios,
no parecen preocuparte en absoluto.
También esto, si es como digo, te diría
que lo apruebo, pero lo que te reprocho,
es que desprecies a otras personas de
tu entorno por estos mismos cambios.
Yo que te conozco desde tu infancia,
desapruebo esta valoración tuya tan
despreciativa… hacia ciertas personas
de tu hábitat más cercano e íntimo.