Mi madre,
la mujer de fuego y coraje,
de belleza firme
y carácter salvaje.
La que me hizo a su imagen,
en cuerpo y en alma,
con la misma fuerza
y la calma rota.
Esa mujer que nunca vi
hacerse menos por nadie,
siempre dura con ella misma,
mi creadora.
Una belleza por fuera
y una niña rota por dentro,
una pequeña escondida,
hecha bolita
en algún lugarcito de su pecho.
Mi niña,
madre mía,
quisiera abrazarte,
sanar tus heridas,
curar lo malherida.
Madre mía,
mi gran amor eterno
que me lastima,
y me regresa a sus brazos con alegría.