Hermosa rosa blanca,
fontana de candor;
con la sonrisa franca
y mirada de amor.
Eres sol en mis sombras,
bocanada de vida;
renazco si me nombras
y el dolor se me olvida.
Tu guía es el sendero
por el que van mis pasos;
procuras con esmero
evitar mis fracasos.
En tus manos habita
la tibieza que sana
que es mi cura bendita
desde edad muy temprana.
Tu corazón es templo
de pureza y entrega,
el modelo y ejemplo
al que mi ser se apega.
Eres, madre, el consuelo,
el bálsamo en mi herida;
siempre impulsas mi vuelo
si me siento caída.
Eres esa alegría
que alivia mis desgracias;
viviré cada día
para darte las gracias.