El convento frente a la montaña
abre sus puertas rojas al peregrino que
trae herida el alma. En su interior blanquean
los dientes de antiguos curacas.
Las eras tampoco perdonan a los hechiceros
Y los sagrados huesos son empuñados por simios
que se dispersan entre la selva. Sus rojas cabezas
oscilan en homenaje a sus ancestros
Momias del mañana se hacen eternas
en abrazo que desafía las arenas del tiempo