Onuba

Hay dolor

 

 

Hay dolor en cada palabra que trazo, 

mi pluma derrama lágrimas de tinta,  

deslizándose lenta, va dibujando, sobre el blanco papel,

un amargo río de letras sin sentido.  

Es el retrato de una noche eterna,  

repleta de fúnebres sombras.  

Es el eco aletargado de una ausencia,  

la angustia,  el nudo que aprieta el pecho,  

un grito silencioso,  

un hondo despecho.  

Es la eterna pregunta:  

¿Por qué se ha ido?

Una pregunta constante e incompleta,  

un eco en el vacío,

punzante, flagrante,  

que vuela sin respuesta,  

donde la lógica se escapa.  

Solo existe el dolor que al alma atrapa.  

La pluma tiembla vacia en mi mano,

mientras busco en mi memoria su compañía.  

Y así,  

en este poema de sombras y lamento,  

queda plasmado este cruel momento.  

Un grito en el papel,

mudo y profundo,  

por quien se fue, dejando un pozo oscuro,  

donde la tristeza se ancla  

y la angustia florece cual maleza sofocante.  

La tristeza es un manto pesado,  

tejido con hilos de ausencia  

y recuerdos agridulces.  

No es la punzada aguda de un dolor repentino;  

es la humedad que cala hasta los huesos,  

es un frío interior que nada disipa.  

Es un cansancio profundo  

que en el alma se instala,  

empañando la luz,  

silenciando la palabra.  

Es la melancolía,  

que tiñe de gris los días monótonos,  

recordando lo que fue y ya no es,  

lo que pudo ser y jamás será.  

Es un cansancio que no alivia el descanso,

Es la energía que se fuga  

como arena entre los dedos,  

dejando una sensación de vacío,

de inutilidad.  

La angustia es un nudo que presiona el pecho,  

una respiración entrecortada  

que no sacia los pulmones,  

una sombra que deforma la realidad,  

sembrando dudas y temores.  

Es un laberinto sin salida,  

un futuro borroso de certezas perdidas,  

un runrún persistente que roba el sueño.  

La tristeza aísla,  

construye muros alrededor del corazón.  

La angustia agita,  

empuja hacia la deriva,  

sin un ancla a qué aferrarse.  

Juntas forman una pinza implacable, 

que oprime el espíritu,  

robando alegría y serenidad.  

Es una lucha interna,  

silenciosa y agotadora,  

donde la voluntad se debilita  

y la esperanza se desvanece cual estrella fugaz.  

En este estado,

el mundo se difumina,

pierde nitidez.  

Los colores se apagan,  

los sonidos se amortiguan.  

La única realidad es esa presión constante en el pecho,  

el invisible peso sobre los hombros,  

la sombría certeza,

de que la felicidad es un recuerdo.  

Es sentirse vulnerable,

expuesto a un dolor sin nombre,  

a una herida que no cicatriza,  

a la pesada carga de un alma herida,  

buscando a tientas, una luz en la oscuridad perdida.  

 

Egarrog. © safecreative