Aún sigo preso
Mirabas al suelo
cuando yo te dije,
fíjate en la luna
cuán hermosa está
brillando en el cielo.
Alzaste tu cara,
y yo, traicionero,
te robaba un beso
bajo aquel lucero.
Unos labios rosas
que eran, caramelos
endulzando el alma,
quedé prisionero.
Aún sigo preso
de aquella condena
que llevo sin pena
y alegra mi cuerpo.
Seis décadas duran
grabado en mi pecho
y al cielo le pido
seguir manteniéndola.
Montamos al tren
de un fijo destino,
bebiendo en la copa
que ambos elegimos.
Cuán barco en el mar
en calma o moviéndose,
debimos arriar
siempre nuestras velas
con los fuertes vientos.
José Ares Mateos