Soltame, que no te quiero!
¿O soy yo el que debe hacerlo?
Es tan fácil ignorar
lo que no se quiere hablar.
Y aunque suene a claridad,
nadie lo quiere aceptar.
Porque cuesta enfrentar
lo que no se quiere soltar,
lo que adentro está aferrado,
aunque duela, aunque esté amado.
Pero si querés sanar,
no hay más vuelta que cortar.
Hacerse cargo, en verdad,
es el único lugar.