_La vendedora de espejos_
Vendía espejos la Juana,
pequeños como monedas,
grandes como las ventanas
donde se duermen las veredas.
Con su canasto de mimbre,
su falda llena de polvo,
iba regalando brillos
a quien le ofreciera un poco.
¿Un espejito, señora?
Pa’ mirarse la esperanza,
pa’ pintarse la tristeza,
pa’ guardarse la confianza.
Pasaba lenta y cantando
entre los charcos del día,
dejando un rastro de sueños
como miguitas de vida.
Pero un jueves de tormenta
no la vieron por la esquina,
y en las vidrieras vacías
nadie encontró su sonrisa.
Dicen que ahora en la luna
vende espejitos de espuma,
y que en las noches más quietas
los baja atados en bruma.