Hasta no perderte, oh mujer,
que por tus palabras tan seguras
sean mis manos partícipes de nuestro abrazo.
Si tan solo escucharas un latido mío
cuando evoca tu nombre un pensar,
una plegaria humilde.
No seas solo una cara fugaz, oh mujer,
que por nuestro incierto mañana
seas amor eterno de ensueño.
Hasta no verte en mi regazo trémulo, oh inmaculada mujer,
harás fárragos inconclusos
fruto de mis noches en tu figura.
Si por tus razones distas a mí
me abandonas, oh mujer,
que sepas que un abrazo de fuego tuyo
me salva de mis noches.