En la lluvia que cae sobre mis pasos, llevo el peso de días sin abrigo, pero también la fuerza de los lazos que en la sombra me extienden su abrigo.
Con la caja en mis brazos, tan pesada, camino largo bajo el gris del cielo, y aunque la pena a veces no se apaga, el alma encuentra en gestos consuelo.
Una mano amiga, un viaje inesperado, un plato humeante en mesa compartida. La dignidad, herida, no ha callado, sólo espera ser reconocida.
Susurros al cielo lanza el corazón,
no en queja, sino en agradecimiento,
por cada paso dado en redención,
por cada luz brotando en el tormento.