Ely.M.

De luto

Ha muerto, la he declarado sin vida.
Si, definitivamente ya no habita en este cuerpo. Ha fallecido después de aceptar y entender por las malas.
¡Vaya que le costó! 
Le costó la vida por cerrar lo ojos ante las oportunidades de escapar a tiempo.
Valiente quizá, yo ahora le llamaría ilusa, soñadora, boba y hasta inocente. 
Se creyó el cuento de felices para siempre, de amor a primera vista y de que el amor todo lo puede soportar.
Pero la verdad ya no estamos para soportar. 
Se curó tantas veces las heridas que dejó el alcohol y terminó por usar saliva.
Tomó tantos baños de sal que terminó por curtirse.
Inundó tantas veces su lado  de la cama que un lado parecía mar y el otro playa.
Perdió y acogió la fe tantas y tantas veces que dejó de pedir por otro y pidió por ella aunque su conciencia le juzgará de egoísta. 
Pedía fervientemente paz, sólo eso.
La esperanza la tendía cada mañana junto con la cama. Y al lavarse la cara dejó de sonreírle al reflejo del espejo. Empezó a desconocer ese rostro que había observado desde siempre. 
Estaba viendo de frente a la asesina de sus sueños. Ésa, que era quien le susurraba que no dejara de intentar, que todo iba a estar bien, que iba a cambiar. 
Era seductora la idea, todo un deseo anhelado. 
Pero no fue así, jamás lo sería. 
Todo pendía de un delgado hilo que estaba por romperse.
Ya eran demasiados los nudos por desatar.
El peso de los sueños muertos, la esperanza flagelada, el poco anhelo y las inmensas ganas de no querer seguir terminaron con su vida.
No diré que una vida triste y absurda.
Porque hizo lo que le dictó su corazón.            Y aunque a veces este se equivoque, creo que lo que menos le importa es tener la razón.  
Aún puedo recordar un poco de lo que fue, aunque ya sin tanto dolor ni pena.
Pero me alegro que muriera para que pudiera emerger yo.
A veces suelo llorar en su tumba por lo que pudo ser aunque ya no viene al caso, le regalo flores y le suelo contar lo que he logrado. 
Siempre estaré unida a ella y ella a mi, porque ella será por siempre mi antigua versión, de la cual aprendo, y yo, yo soy su nuevo intento por mejorar, ese que aún sueña pero que ya no cierra los ojos, ese que escucha al corazón pero debate su sentir.
Ese nuevo intento que la recordará con empatia y que armada hasta los dientes tratará de no defraudarla de nuevo.