Por qué escribir poesía
si puedo seguir el camino
de no temer a lo previsto
mirar de soslayo sin hallar reflejos
desconocerme.
Por qué escribir poesía
si puedo dejar a la gente en paz
renunciar a lo no hallado
o tomar cuanto cae en mis manos
sin cuestionar su origen ni su peso.
Por qué escribir poesía
si puedo disfrutar del café
sin nombrar la amargura de su sombra
ni oler el agreste secreto
en la cáscara de su grano
O como diría Borges:
¿por qué escribir, entonces, poesía?
Por qué persistir en títulos que morirán inconclusos
y en la posibilidad de imaginarte sin palabras
y enmudecer para siempre
sin sentido para el hoy
ni consuelo en lo pasado.
Por qué escribir poesía
si ya todo ha sido dicho
si ya todo está inventado.
Si ignoro incluso el saber
y la angustia del otro
si sería mejor callar
y sin embargo
respiro en la proeza de entregarme
a otra cara más ferviente de la vida
o a la dulce utopía de un vacío
que renuncie por un instante
a su existencia.