Cada vez que te miro a los ojos
me sonrojo sin querer,
como si tus pupilas susurraran secretos
que solo mi corazón puede entender.
Cada vez que llegás,
mi mundo se detiene.
Se acelera mi pecho,
como si en él se leyera tu nombre.
Cuando hablas con esa voz
tan suave, tan tuya, tan cielo,
me tiemblan los nervios
y mis mejillas arden de anhelo.
Y cuando me acaricias…
no sé si soy humano o sueño,
me siento frágil, invisible,
como si me vieras más de lo que soy.
Pero cuando me abrazás…
todo mi mundo se ordena,
como si tus brazos
fueran el lugar donde empieza la paz.