¿Quién le niega cuanto él hace
y afanosamente oculta
y a la inteligencia insulta,
cuando dice lo que place?
¿Y usted cree en lo que yace
con olor a podredumbre;
o no cree, por costumbre,
cuando alaba a la persona
que el pensar le condiciona
aunque cause pesadumbre?
No le baste algún mendrugo
(con garrote y zanahoria)
que le da con vanagloria
su aplaudido y cruel verdugo.
«Cada quien se impone el yugo,
su creencia y penitencia».
Y si lee, con sapiencia,
ya sabrá a qué me refiero
pues mañana, yo no quiero,
que usted alegue inocencia.